Saludos gente
de mi pueblo, hoy les hablaré sobre una cantante hatiana, prácticamente
cubana por derecho, que hizo bailar a
muchos manatienses en sus viajes hasta esta tierra, deleitando con su lengua a
los nativos y descendientes de la antigua española, así como a otros pichones
de jamaiquinos y de otras islas del Caribe quienes en un inicio poblaron al
conocido Barrio Jamaica: me refiero a las visitas de la cantante haitiana
Martha Jean Claude, que comenzaron a hacerse ininterrumpidas, pero que tuvieron su primera vez en el año
MIL 970.
El motivo de
esta llegada a la tierra de Barbarito Diez radica en el trabajo de su esposo,
el periodista Victor Mirabal que se encontraba cubriendo toda le etapa
informativa de la zafra de los DIEZ millones. Esto le permite a Martha
acercarse a nuestro municipio en el cual también llega a consolidar grandes
amistades.
Aquellos
jóvenes y no tan jóvenes del momento, quienes tuvieron el placer de conocerla,
manifiestan que fue muy grato compartir con aquella mujer tan elegante,
escuchar sus canciones cuyas temáticas eran lamentos, que revelaban el modo de
vida del haitiano sufrido a lo largo de los años y a través de los regímenes en
el país. Precisamente esta sería una de las causas por la que tendría que
emigrar hacia Cuba en 1952.
Cuando venía a
nuestro pueblo lo hacía en la guagua de su agrupación, paraba en las
habitaciones del Ranchón familiar, ahora las Caobas, y posteriormente lo hizo
en la casa de Visitas número UNO. Su lugar predilecto para hacer sus
espectáculos era el círculo social, actual plaza de la casa de la cultura Olga
Alonso.
Martha siempre
fue bien recibida y homenajeada en Manatí, incluso en la reinauguración del
Cine-teatro del territorio en los finales de la década del 80, la cantante
participó junto a Germán Pinelli, Barbarito Diez y otros artistas, quienes
presentaron varios repertorios durante días.
Luego los
viajes de la artista fueron menguando, aunque siempre hubo un manatiense que le
devolviera la visita en la Habana, ya no para verla sumergirse en sus cantos
folklóricos u observarla al tocar el silbato mientras hacía gala de su voz,
sino para extenderle la mano más que a la cantante, a la mujer.

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