Celebrando el día de Africa, una herencia cubana con peso religioso




La noche se vuelve un espacio de realismo mágico, en este contexto inician los toques de los tambores bata, y la gente de Manatí, sobre todo los fanáticos se van acercando a la fiesta religiosa. Es habitual en diversas comunidades de este municipio el desarrollo de los bembés: ese acto simbólico donde se le rinde tributo primero a Eleggua, quien abre los caminos y posteriormente al santo homenajeado.
La gente se aproxima y comienza a vislumbrar a los santeros vestidos completamente de blanco, acompañados de otros hermanos. Es entonces cuando se percibe entre la música folklórica, los saludos en el lenguaje de quienes conocen la regla de Ocha  y la identidad espiritual del grupo, el altar inmenso adornado por dulces y frutas, en muchas ocasiones con algún que otro sacrificio animal.
Escenas como estas, resultan comunes para seguidores de la cultura que se nos legó, debido a la trata de negros esclavos africanos durante el proceso de la colonización, aquellos que una vez en Cuba trasmitieron sus costumbres, lenguaje, y fe religiosa.
Retumba el tambor nuevamente, y los santeros se toman de la mano, dan vueltas y comienzan a utilizar plantas aromáticas para contornear el cuerpo de un hombre que necesita aché.
El santero se da un trago ron, aspira el tabaco que le queda en diestra y bota el humo haciéndolo coincidir con las partes enfermas del doliente. Entonces se hace silencio, y se comunica que el santo va a hablar.
La casa culto está abarrotada de personas. Creyentes y no creyentes están allí, y es que resulta innegable esta tradición, esta herencia de manatienses y de cubanos que se remonta a los ritos yorubas de antaño, cargados de música, movimientos danzarios, y estrategias comunicativas todavía ocultas.
Ahí está el innegable aporte africano al proceso de formación de la nacionalidad cubana. Una parte del patrimonio cultural, que también penetra y se consolida en nuestro pueblo.

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