TICO: otro personaje manatiense


Cuando en alguna vivienda manatiense se obstruía por cualquier motivo una tubería sanitaria, era usual que, ante la urgencia de buscarle una solución al contratiempo, alguien de la familia apelara a una suerte de ábrete sésamo y dijera: «¡vayan y díganle a Tico que venga!»
Un rato después, la magra figura del hombrecito de más de 65 años de edad se recortaba sobre el final de la calle con sus herramientas; evaluaba la situación; si fuera necesario, introducía su cinta metálica por algún conducto; baqueteaba una, dos, tres..., ¡cien veces!; haría entonces algún comentario sobre la causa de la tupición; y, finalmente, con un modestísimo «¡ya!», diría a la expectante parentela que el problema había quedado resuelto.
Entonces si alguien le preguntaba «¿cuánto te debo?». Tico respondía, invariablemente: «dame cualquier cosa». Y aceptaba de buen grado lo mismo un peso, un agradecimiento o un «te pago cuando cobre». De cualquier forma quedaba conforme. Apuesto a que, en iguales circunstancias, le repetiría al favor, aunque usted no tuviera ni un quilo prieto para remunerarle.
Nadie como Tico conocía mejor los deteriorados laberintos de redes sanitarias que corren sin orden  ni coordenadas bajo la epidermis de Manatí. Figúrense, ¡ casi 50 años trabajando en lo mismo, mientras otros de sus escurridizos «colegas» llegaban y se marchaban sin apenas ser advertidos!
Con su padre, Fermín Reyes, se inició en el trajín de destupir hoy aquí y mañana allá. Y a pesar de que la epilepsia le impuso la jubilación, continuó siendo el ayudante callado y humilde, dispuesto a embarrarse hasta el codo de materia fecal si de ello dependía la solución. 
A los bromistas que se le acercan, Tico los neutraliza son su sonrisa irregular y su semblante imperturbable. Si estaba de vena, puede que hasta echase un parrafito, pero sin interrumpir la faena. Razón tuvo quien dijo que el trabajo es el mejor compañero de los hombres humildes.
Jamás le vi tratar mal a nadie, expresar una grosería o incurrir en indisciplina social. A las bromas pesadas , Tico no les hacía mucho caso. Aun con sus facultades turbadas, sabía comportarse con cordura en  sitios donde los cuerdos yerran. Tico es así, coherente en su incoherencia. 
Por la noche, no faltaba a su cita con el parque municipal, próximo a su casa, la vivienda de madera que colinda con la parte de atrás de la farmacia, y donde permanecería casi toda su vida, antes de decidir marcharse para lLs Tunas a vivir con su hermana. Así es este personaje manatiense que ya no radica en nuestro pueblo pero que no pierde ocasión para visitar su Manatí encantador.
Ese siempre ha sido Tico, el hombrecito de andar cabizbajo, el fosero de Manatí, a quien casi nadie recordará por su verdadero nombre: José Reyes Cardoso. Y resulta que son muchos, demasiados años, llamándose así: simplemente Tico.
                                                          (Reescribiendo a Morales Aguero)

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