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| Foto tomada de internet. |
Ser madre es una
experiencia única que solo las abuelas tienen la oportunidad de aprovechar, a
no ser que se tenga más de un hijo, pero la verdad es que cada historia es
diferente porque los hijos son irrepetibles.
¿Qué sucede entonces
cuando se es madre postiza de más de 30 niños pequeños que ansiosos preguntan
cuándo hay ensayos? ¿Qué sucede cuando otras generaciones de hijos-aficionados e instructores de arte abarrotan tu casa para conversar sobre los tiempos en que ensayaban la danza y la música?
Preguntas como estas,
solo tienen respuesta en mujeres especiales como Julia Amalia Griffith, quien
casi a diario es madre de muchos.
Todo Manatí
cariñosamente la llama Tuto, a esta madre, que de igual forma se refiere a sus
aficionados como sus hijos, y no por el simple hecho de nombrarlos así, sino
porque desde la danza y la disciplina del arte, les exige más en sus unidades
de creación, en sus grupos de aficionados, su compañía artística, e incluso con
grupos de mayores como Impacto; con cada integrante ha tenido el privilegio de conversar,
compartir sus consejos y por encima de todo actuar en su defensa, algo muy típico de las madres.
Julia le ha abierto su
corazón a más de 300 aficionados, quienes siempre se sientes agradecidos y la
visitan, vengan del lugar que vengan. Y ese sentimiento, ese algo tan noble y
limpio solo puede salir de una personalidad moldeada por la sencillez y la
gratitud.
Mis hijos, les dice
todavía a los que comparten con ella, en la casa de cultura o en los ensayos
frente a su casa, y los felicita si todo sale bien, o les llama la atención en
tono imperativo, pero al final se le pasa y nuevamente retoma su sonrisa de
madre que se sabe útil al final del día, porque ha hecho algo productivo, al
enseñar lo que mejor sabe, la cultura y el arte para interpretarla.


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