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| (Foto de Arian L.R) |
“Cuando el niño nace, presenta
problemas en el desarrollo psicomotriz. Se le empezó a tratar en el hospital Pediátrico,
allí se le hicieron varios exámenes. Incluso una doctora que vino a Manatí vio
el niño en la situación que estaba y nos pidió que lo ingresaran siendo
chiquito. Nosotros accedimos sin problema ninguno para saber con certeza su
enfermedad. Entonces le hicieron un grupo de pruebas que concluyeron en el
diagnóstico: retraso psicomotor”. Enfatiza Ramón Torres Corrales, padre de
Ramoncito.
“Yo trabajé dentro del
central cuando todavía existía, y ya parida en el hogar de ancianos, pero no
hay dudas de que aquí en la casa, atendiendo mi niño, este ha sido el mejor
trabajo que he tenido en la vida. Aquí estoy en función de mi hijo las 24 horas,
que es lo más grande que puede tener cualquier madre”. Agrega Ana María
Almaguer Oliva, madre de Ramoncito.
Ramón: “El niño fue
creciendo y la situación económica no era la mejor. Imagínate, éramos Ana
maría, el niño y yo. En ese entonces yo Taller de televisión. Ganaba 265 pesos
que prácticamente no daba para vivir. Por mediación de Ricardo González
Corrales que trabajaba en el Hogar de Ancianos, como administrador logramos
conseguirle una plaza a mi esposa. Para que pudiera trabajar mi esposa, su
hermana le propone cuidar al niño pero lejos de la casa, en la comunidad de Sabana.
Fíjate qué sacrificio hubo que hacer. Entonces ella salía en la bicicleta hasta
Sabana a llevar al pequeño. Yo me iba a pie para mi trabajo”.
Ana María: “Raulito Camejo,
un amigo de mi esposo es quien lo llama y le dice que si quería de verdad a nuestro
hijo no permitiera que yo siguiera trabajando en el hogar. Era mejor cuidarlo
personalmente debido a que el niño se quedaba dando gritos en casa de mi
hermana desde que llegaba hasta que lo recogía. Entonces se me acercó la Jefa
de Asistencia Social en la Dirección de Trabajo en Manatí, Yurina Mesa. Ella me
informó que podía ejercer como madre trabajadora”.
Por suerte para Ana María y
su esposo Ramón, en Cuba la Ley 105 entre los servicios comunitarios establece
una protección a las madres de hijos con discapacidad severa, que consiste en
el reconocimiento de los años de servicio al tiempo que la madre dedique su
atención al hijo de manera permanente y esta atención es considerada como un
trabajo remunerado.
A esta Ley se ha acogido Ana
María durante más de 20 años, gracias a las justezas de nuestro sistema
socialista, que entre tantos temas se enfoca humanitariamente en la asistencia
social.
Ramón: “Posteriormente el
Comandante en Jefe da la orientación de visitar los distintos municipios, y a
los niños con discapacidad severa, como el mío. Vino una comisión de La Habana
integrada por un grupo de médicos y especialistas de la provincia. Al poco
tiempo llegó la sobrina de Ana María que se desempeñaba como Secretaria General
de la Unión de Jóvenes Comunistas y le dijo que el niño había salido en un
listado y que se le entregaría un televisor por parte de Fidel Castro,
gratuitamente. Y no por eso solamente, sino por un grupo de atenciones y otros
recursos yo vivo agradecido de esta Revolución. Como padre y como cubano”.
Ana María: “Ministerio de
Trabajo le ha facilitado a mi hijo, sábanas, toallas, un módulo de cocción, y
otros recursos. Se han celebrado sus cumpleaños junto a otros niños con
discapacidad acá en la casa. Ha sido
bien atendido por los trabajadores del Ministerio deTrabajo. La trabajadora
social que lo atiende es muy preocupada. Estoy muy agrdecida porque estos años siempre
he podido contar con el apoyo del Estado Cubano”
Ramón: “Los compañeros de
trabajo o los vecinos, un grupo de amigos, cientos de personas que nos conocen,
nos elogian, a veces por como nosotros tratamos a nuestro hijo. Si mi mujer
sale es con el niño de brazo, si no, me quedo yo en la casa con él. Somos un equipo. Y siempre estamos a su lado”.
Ana María: “Yo lo entiendo
bien. Los alimentos a su hora. Si está dentro del cuarto, a cada rato lo volteo,
porque es un niño intranquilo. Y tengo que estar mirándolo constantemente.”
Hoy Ramón Torres Almaguer,
Ramoncito como le llaman todos, tiene 25 años y es el centro de atención de
este barrio ubicado en la Calle 50. Sus padres, continúan viviendo para él como
un equipo que vela por su protección. Una suerte compartida que disfruta Ana
María, una de 3 madres en Manatí con historias similares a la de las heroínas
que iniciaron este trabajo y que independientemente de su situación laboral,
siempre tienen para ellas y para sus hijos las garantías de una vida con
dignidad, amparo y atención.
Ana María: El papá, la
hermana, el hermano, los vecinos, siempre están pendientes del niño y si no lo
sienten en la casa, vienen y me preguntan cómo está Ramoncito. Y te repito que estoy
muy agradecida de esta Revolución y la atención que ha tenido mi niño. Hoy la
Dirección de Trabajo me paga un salario de más de 700 pesos por cuidar ese
pedazo de mi vida. Eso solo lo hace un país socialista como este. ¿Qué más
puede pedir una madre?
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